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Ensayos
«Mecánica neuronal»

Amigo de habla hispana, cuando vea un error en mi traducción, no dude en informarme a través de Facebook.
El mundo de las neuronas visto a través de la lente de la informática y la mecánica cuántica.
Quizás una visión de los cerebros con inteligencia artificial del futuro.
«En cualquier momento nos enfrentamos a una situación nueva. De hecho, la verdad es mucho más compleja que eso. La verdad es que, en cualquier momento, nos enfrentamos al mismo tiempo a un número indefinido de situaciones superpuestas y entrelazadas […] En definitiva, no nos encontramos ante una situación en absoluto, ni mucho menos, sino ante una multitud de personas mal situaciones definidas y superpuestas, ninguna de las cuales tiene un marco preciso, ni en el espacio ni en el tiempo. Nuestro pobre y asediado cerebro lucha continuamente con este caos impredecible; siempre está tratando de interpretar lo que le rodea y le invade, voluntariamente o por la fuerza…»
(extraído de http://www.blog-lecerveau.org/)

Tabla de materias

  1. Preámbulo
  2. Inteligencia, ¿para qué?
  3. ¿Dónde comienza la inteligencia?
  4. Memorias
    1. Programación en capas
    2. La pirámide invertida
    3. ¡Al mismo tiempo!
    4. La cadena de mando
    5. ¡No!
    6. La apuesta de interpolación
    7. Ponderación
    8. Recuerdos
    9. Educación y enseñanza
    10. Capacitación
    11. Administrar la prioridad de interrupción
    12. Comparar experiencias
    13. Un cine en el cerebro
    14. Ritmos musicales
  5. La consciencia

Preámbulo

H. Laborit es la chispa que dio origen a un proyecto humanista llamado «el proyecto Hôdo» gracias a la película «Mi tío de América» dirigida por Alain Resnais. La idea era entender la inteligencia como motor de vida al margen de cualquier prejuicio filosófico, político o religioso. Comprender los mecanismos debería conducir a un mayor bienestar y, por tanto, a una mejor convivencia.

Este ensayo intenta observar con los ojos de un físico y un informático el mundo tal como él parece haberlo entendido en el momento de escribir este artículo. Es un ensayo, un conjunto de hipótesis sin querer sustituir el trabajo de investigadores en neurología, cibernética, etc. En una palabra, esta página es una lluvia de ideas.

Para aquellos que buscan comprender mejor esta maravilla que es el cerebro, este sitio también recomienda encarecidamente el sitio canadiense muy educativo: «le cerveau à tous les niveaux»(el cerebro a todos los niveles).

La ciencia no es una verdad fija, pero tiene sus rigores metodológicos que imponen al científico una cierta forma de honestidad al establecer una teoría. La adhesión a una teoría siempre está corroborada por una verificabilidad que debe ser accesible a todos e idéntica en todos los lugares y en todo momento. Es este estado de ánimo, una escuela de humildad, la condición imprescindible para empezar a escuchar y respetar a los demás, porque cada uno de nosotros lleva consigo fragmentos de verdad. Sin juicio moral, sin banderas religiosas, filosóficas o políticas, es una simple actitud la que nos permite avanzar. El conocimiento es sólo una pirámide construida por investigadores que se aupan entre sí, y cuyos incluso errores son fuente de conocimiento y progreso.

Tampoco se trata de que este ensayo haga un alarde de popularización por el mero hecho de hacerlo, aunque tuviera algo de maravilloso porque este mundo es tan maravilloso. Es una reflexión para intentar comprender mejor el porqué interno del comportamiento humano, en cierto modo una «epistemología del cerebro». Saber cómo caemos y cómo flotamos permite al ser reptante que somos volar. El conocimiento nos aporta libertades, con el debido respeto a quienes prefieren limitar nuestra información para formatear nuestro pensamiento para no alterar las certezas de su comodidad. Teniendo esto en cuenta, este ensayo tendrá como objetivo mostrar posibles relaciones entre los mecanismos biológicos a nivel celular y el comportamiento social de la misma manera que comprender la agitación de partículas y moléculas nos permite sustentar mejor la termodinámica clásica.

Inteligencia, ¿para qué?

Se podría creer que la inteligencia es "el programa que mantiene la computadora en funcionamiento". Esta es seguramente una de las tareas de la inteligencia, la de mantener vivo a su portador con los recursos disponibles. Para ello aplicará una de las reglas esenciales del Universo que consiste en no gastar más energía de la que podemos adquirir. Esto implicará mejorar el rendimiento sin endeudarnos (estamos muy lejos de los créditos financieros y probablemente del saqueo antiecológico del planeta). Y ésta es una de las grandes preocupaciones de la inteligencia: satisfacer sus necesidades sin sufrir demasiado.

Esta creatividad nos hace crecer. Sin embargo, ¿cómo superar la causalidad que parece predeterminarnos como autómatas? ¿Cómo podemos responder a esta persistente pregunta: en todas estas leyes de la Naturaleza, dónde encontramos nuestra libertad de acción y nuestro libre pensamiento? ¿Está esta cuestión lógicamente controlada por nuestros mecanismos internos? Quizás esta sea la razón de estos obstinados deseos de hacer retroceder siempre la sombra de la ignorancia aunque eso signifique sufrir por ella.

Si la inteligencia está hecha para elegir, ¿es libre esta elección? ¿La respuesta está en el caos, la indeterminación o la incertidumbre? ¿Qué pasaría si, en última instancia, nuestra conciencia fuera una interfaz entre una libertad misteriosa y una causalidad implacable?

Quizás para llegar allí, la tarea de la Humanidad sea crear inteligencia y sinergia. Pero para ello debemos empezar por entender por qué trabajamos por defecto en determinados registros. Sin duda debemos aprender a no sentirnos orgullosos ni avergonzados de lo que somos naturalmente, porque no pedimos ser lo que somos y saberlo. Así aprenderemos a hacer uso útil de lo que cada individuo y colectivo es capaz de crear.

En última instancia, comprender la inteligencia debería permitirnos comprender mejor no sólo cómo vivir, sino también por qué vivir, o incluso por qué existir. Siempre habrá, en nuestra búsqueda, un «Último Por qué», sin respuesta. ¿O deberíamos decir «¿Para qué»?

¿Dónde comienza la inteligencia?

Los cristales y las cadenas moleculares complejas se ensamblan con el material que se encuentra donde se encuentran. La vida, por su parte, busca sus recursos, utilizando los mismos principios básicos de las partículas que la componen: juego de fuerzas de atracción y repulsión.

Las entidades vivientes más simples, como el paramecio, el micelio, la babosa, avanzan alimentándose y huyendo de un entorno nocivo, cualquiera que sea el método elegido: retrocediendo, desvaneciéndose, sorteando el obstáculo o huyendo hacia adelante. Acciones que los virus no saben hacer a priori, que sin embargo se aprovechan de seres vivos más complejos y saben hacer lo que todo ser vivo sabe hacer: mutar para intentar una nueva aventura, ciertamente, muy probablemente al azar. ¿Puramente aleatorio? ¿Cómo explicar entonces mutaciones cuyas transiciones parecen poco o inviables, como respirar fuera del agua o tener alas para volar?

La trayectoria de estos «vivos» siempre seguirá el principio de «acción mínima», que puede conducir ciegamente a un pozo inerte, a una trampa fatal. Para evitar este escollo, debes ser capaz de «ver» más allá. Sin embargo, al ser imposible conocer el futuro, es necesario adivinar el futuro, lo que puede hacerse proyectando una solución por extrapolación a partir de secuencias conocidas de eventos comparables y, por tanto, pertenecientes al pasado. Esto requiere primero recordar estas experiencias ya realizadas y comparar las premisas de las situaciones para deducir un curso probable.

A veces será necesario empezar el problema al revés, como para la gallina, que deberá recordar el camino a seguir para volver a atravesar el agujero de la valla que la llevará de nuevo al interior del gallinero. Pero, más a menudo, las pistas memorizadas y comparables estarán tan dispersas que la elección se vuelve arriesgada. Peor aún, cada nuevo descubrimiento corre el riesgo de aportar su parte de soluciones inmediatamente útiles, pero también de desventajas imprevistas. Es toda la aventura de la inteligencia.

Pero esta inteligencia sólo se hizo con simples ladrillos, células más bien especiales que hacen una sola cosa: propagar una señal eléctrica. ¿Cómo podría una estructura relativamente simple como una neurona producir inteligencia?

Memorias

Una de las funciones primordiales de la inteligencia es memorizar, porque sin memoria no es posible repetir secuencias ni hacer comparaciones. Tendrás que memorizar no sólo conceptos complejos, sino también todas las señales que contribuirán a este conocimiento. Sólo puede recordar un libro si recuerda las palabras y su disposición para comprender las frases; sólo consigue descifrar el texto después de haber asimilado el alfabeto; y finalmente, sólo da significado a las líneas después de haber categorizado los rasgos, siendo estos últimos una yuxtaposición de bastones o conos en la retina… Lo mismo ocurre con el habla. Este recuerdo te permitirá escuchar en tu cabeza la lectura del libro o los intercambios con otros dotados de «palabras». El trabajo de decodificación comienza muy temprano, empezando por distinguir tanto las frecuencias acústicas como su volumen y la periodicidad de variación de este último. ¡Un maravilloso trabajo de inteligencia innata! Todos estos componentes elementales se almacenarán para acelerar el proceso de decodificación.

¿Cómo memorizar? Esto se hace cambiando las características de un medio de tal manera que la diferencia con los valores promedio estadísticamente esperados sea significativa. Esto se puede realizar mediante diferentes técnicas de grabado (relieves, microsurcos, burbujas, etc.), depósitos de materiales (pintura, escritura, etc.), y otras técnicas eléctricas, químicas, magnéticas, etc.

Un recuerdo que se encuentre en un estado «no normal» tenderá a alterarse más o menos rápidamente para volver a un estado «normal»; Por lo tanto, a menudo es necesario protegerlo o incluso restaurarlo periódicamente. Por último, una memoria se utiliza principalmente para volver a leerla más tarde. Ahora bien, esta relectura debe alterar lo menos posible la memoria o, en todo caso, refrescarla en cada «consulta». Y por último, la memoria que se utiliza principalmente para ser releída posteriormente, debe ser leída por un lector adecuado, capaz de detectar posibles alteraciones y, si es posible, deducir las correcciones que será necesario realizar en la información. Mucho trabajo de mantenimiento y administración de sistemas… un campo muy conocido en el mundo de las tecnologías de la información.

Programación en capas

Es inútil, incluso perjudicial, recordar cada vez todos los detalles que contribuyeron al aprendizaje y a la ejecución de cada engranaje de una acción. El actor que representa una obra no recuerda cada letra de su texto y no disecciona cada músculo de su actuación, del mismo modo que el usuario final de una herramienta informática puede ignorar todo sobre el progreso del código binario que controla cada una de sus órdenes.

Por tanto, es necesario una gestión de la memoria que debe priorizar la importancia del recuerdo y no ahogarse en los detalles que descienden muy poco en la percepción de los acontecimientos y en la ejecución de las órdenes. Esto implica dos formas de simplificación, una descendente, la detección, y otra ascendente, la acción. Esto se hará respectivamente mediante plantillas y automatización.

Cuando el niño aprende sus primeras palabras, no detecta sílabas, vocales, notas, sino sólo un «ruido» que corresponde a una situación. De alguna manera, el cerebro preparará una plantilla en la que los siguientes «paquetes de ruido» que tengan una estructura compatible serán reconocidos como mensajes idénticos.

Cuando caminamos no pensamos en cada músculo que se mueve, en cada orden nerviosa, en cada análisis de los receptores del equilibrio, etc. Pensar en ello es la mejor manera de no avanzar, o incluso de tropezar y caer. El establecimiento de automatismos, quizás «ayudados» por la herencia genética en los primeros pasos, permitiendo lanzar ciclos de acciones de forma rápida y fluida para responder a una necesidad. En muchos ámbitos ocurre lo mismo: el conductor debe conocer el código de circulación, pero no necesariamente el funcionamiento del motor, de las ruedas…

Es exactamente el mismo proceso que en el ámbito informático, que debe poder ofrecer paquetes de software listos para usar sin que el usuario tenga la más mínima noción del sistema operativo, de los equipos a controlar y de las señales eléctricas que se intercambian entre ellos.

Sin embargo, el cerebro con su estructura compuesta de neuronas y todas las ramificaciones nerviosas que atraviesan el cuerpo es en cierto modo «consciente» del todo, incluso si la «conciencia» lo ignora. Toda una parte de esta memorización de automatismos, reflejos, condicionamientos, no sólo sigue siendo accesible en cualquier caso, sino que incluso a veces resulta rentable profundizar en ella para mejorar lo «innato».

Esta mejora es comúnmente propuesta, por ejemplo, en el entrenamiento deportivo que corrige fallos de acción o mantenimiento adquiridos espontáneamente mediante el autoaprendizaje. Por este motivo y muchos otros: logopedia, conducta social, recuperación postraumática… resulta beneficioso poder corregir un conocimiento adquirido inconscientemente.

Ciertamente, funcionó de maravilla en su momento, pero se desconocía ciertas implicaciones fuera de su campo de percepción y aplicación. En este sentido, la psicoterapia profunda es casi una labor de salud pública… no suficientemente reconocida desde esta perspectiva.

De hecho, el problema del aprendizaje en el trabajo, lo que todos hacemos diariamente sin saberlo, tiene precisamente esta habilidad de extrapolar relaciones de causa y efecto. Pero al mismo tiempo crea, en cierto modo, atajos que ignoran todas las funciones, todos los conocimientos considerados inútiles para avanzar hacia un futuro siempre incierto.

Es necesario anticipar para evitar amenazas y… orientar hacia lo que es gratificante. Y esto concierne a todos los niveles de aprendizaje sobre la vida, desde los virus hasta las sociedades.

La extrapolación y la simplificación nunca son una verdad absoluta. Pero son herramientas esenciales para «adivinar» y «comprender». Conocer estos mecanismos significa empezar a dominarlos conscientemente, saber vivir con ellos sin someterse ciegamente a ellos. Debemos, por ejemplo, comprender que este mecanismo se pone en marcha espontáneamente en las amalgamas, tan criticadas, seguramente con demasiada frecuencia con razón, pero olvidando que no se trata ni de un defecto ni de una malicia sistemática, sino del procesamiento normal de la información. Por otro lado, una de las principales misiones de la educación será conocer los límites de todas las «verdades». Y para ello quizás sea útil plantearse la pregunta: ¿cómo se produce tal síntesis en el cerebro para mantener visible sólo lo esencial?

A primera vista, la información en el cerebro parece fluir en forma de «árbol». Procede de los sentidos y se transmite a las zonas afectadas a través de una serie de neuronas que almacenarán coincidencias significativas. Es esta última clasificación la que probablemente descuidará toda información demasiado aleatoria y, por tanto, no predictiva, siendo una de las principales misiones de la inteligencia la predicción.

Esta simplificación también permitirá la clasificación. En su función elemental, esta categorización debería permitir clasificar por separado los acontecimientos nocivos o vitales. Sin embargo, la categorización consiste en poner en un conjunto matemático los elementos que tienen características idénticas que sirven como «definiciones» de dicho conjunto. Este «paquete» de conocimientos se construye a partir de acontecimientos que pueden no tener correlaciones reales. Así, la relación causa-efecto interpretada por el cerebro no es necesariamente válida «científicamente». Por otra parte, los conjuntos de coincidencias que se repiten tal vez pertenezcan al mismo entorno, porque tienen en algún lugar la misma causa original

En las capas más profundas, el cerebro probablemente sabe el por qué y el cómo sonreír, y en la superficie de la conciencia, la curva dibujada en un emoticón es suficiente para indicar una cara feliz. Entre ambos, se necesita el talento de un artista o el conocimiento de un cirujano para ver y comprender esta sonrisa.

La pirámide invertida

El aprendizaje en capas que va desde los sensores del cuerpo hasta los niveles "superiores" de inteligencia es estimulado por el mundo externo que repite ciertas secuencias de conocimientos ya adquiridos previamente.

Esta memorización matricial que se va enriqueciendo paso a paso se asemeja a un apilamiento de nuevos conocimientos sobre los antiguos, dando un poco la apariencia de un ladrillo superpuesto a lo que es la base mínima de partida. Esta base actuaría un poco como la secuencia de arranque de un ordenador que se pone en marcha para «arrancar» y recupera los datos esenciales para su actividad, antes de enriquecerse con nuevos datos procedentes del exterior, incluidas nuevas funciones o mejoras.

El cerebro se enriquece muy rápidamente gracias a sus cualidades de mimetismo, especialmente al inicio de la vida, donde aún no existen protocolos de comunicación. Es también en este momento cuando se instalan los primeros bloques de comunicación.

Pero posteriormente, al no poder experimentarlo todo por sí mismo, tendrá que confiar en la veracidad de la información proporcionada por los demás: de ahí la noción de lealtad y confianza. Pero no debemos creer que estas fuentes son elementos de la Verdad definitiva y absoluta ni debemos condenar a quienes creyeron en lo que parecía cierto en un momento dado. Así (un ejemplo neutral, excluyendo la política, la filosofía, la religión, etc.), cuando nos referimos a los tres cerebros1 inspirándonos en la obra de Henri Laborit, no somos necesariamente ignorantes o deshonestos. En cuanto al científico, inspirado por otros científicos, fuentes de error, no era ni un charlatán ni un incompetente. Pero los expertos en la materia han llegado a decirse: estábamos equivocados, el modelo puede ser interesante, pero no está corroborado por la experimentación, o al contrario, refutado. Ésta es la cualidad esencial del espíritu científico y del libre pensador que se inspira en el método científico. Este trabajo de reforzar teorías puede durar años, a menudo más que toda una vida. Un Henri Laborit no habría tenido tiempo de corregir sus escritos, y sus lectores, mientras no estuvieran conscientes de los progresos de la ciencia, menos aún… La verdad es más un camino largo que un final, y la inteligencia debe constantemente questionarse.

Además, siempre es necesaria precaución, porque incluso la experiencia se interpreta a menudo, muy a menudo, a través de los diversos patrones que el cerebro habrá creado en su primera infancia. En nuestra opinión, tampoco deberíamos censurar las críticas, los cuestionamientos y las investigaciones, incluso si estas últimas resultan chocantes en determinados modus vivendi. La investigación no encierra la verdad y por tanto no debe confundirse con un pensamiento rígido, al contrario. Por otra parte, la censura siempre impone una verdad, la suya, obviamente, y ésta siempre es sospechosa.

La estructura piramidal invertida podría haberse llamado estructura de árbol, pero la primera representa mejor la virtual imposibilidad de alterar la punta que sirve de base. Es imposible tocarlo sin derrumbar todo el edificio cognitivo. En la práctica, podríamos decir para imaginar esta complejidad que la punta de la pirámide está formada por unas pocas leyes de la física. Pero en la cima hay una montaña de fórmulas que el ingeniero responsable de encontrar una solución para culminar con éxito un proyecto debe dominar. Puede ser fácil modificar la superficie superior, no la base, sin correr el riesgo de poner todo en duda…

La complejidad del flujo de «pensamientos» en el cerebro es tan compleja que podría tratarse de un sistema caótico en el sentido físico-matemático del término. Sin embargo, esta noción de «sistema caótico» nació de cuestiones, por ejemplo, sobre la previsibilidad de los movimientos de los planetas o, más simplemente, del movimiento de tres cuerpos. La astronomía y la física son, sin embargo, una ciencia comúnmente aceptada como 100% «fiable». Nuestro pensamiento también tiene sus trayectorias que grandes «astrónomos» del cerebro, como los psicólogos, han descubierto sin haber esperado la aparición de un «Newton». Crear una solución a partir de experiencias repetidas es precisamente también competencia de la inteligencia. Esto permitirá crear "patrones" a partir de la información capturada por los haces neuronales, al igual que los canales que dan forma a un terreno virgen y plano. Y finalmente, el patrón se comportará como una plantilla de filtrado. Este fenómeno se conoce cuando se aprende una lengua extranjera, donde ciertos sonidos y ciertas palabras son muy difíciles de asimilar por el cerebro.

¡Al mismo tiempo!

Al mismo tiempo, la adquisición de información es tan múltiple que debe procesarse en forma piramidal de abajo hacia arriba, o de raíz para mantener la analogía con el árbol. Observemos de paso, en esta analogía, que las raíces a menudo se desarrollan debajo de la superficie, un poco como el subconsciente…

En el nivel más bajo, el análisis espectral del ruido y de la luz sólo detecta frecuencias que, activadas o no «al mismo tiempo», permiten medir repeticiones, ritmos, cambios… Al mismo tiempo, los diferentes nervios sensoriales, olfativos, etc. evaluar el entorno inmediato. Es en esta sopa de señales donde comienza el trabajo de las neuronas. Todo este ruido no puede subir a la conciencia sin una selección, una clasificación, que atribuya un significado a cada co-ocurrencia. La asociación de varias frecuencias será interpretada como un fonema, luego como una palabra, y así sucesivamente… la concordancia de varios «puntos» en la retina dará la noción de línea, curva, letra… Ejemplos de estas pirámides Cada vez hay más significados complejos. En niveles superiores de complejidad, se yuxtapondrán mensajes enviados «al mismo tiempo» como una voz: la forma de la boca, la mirada, los gestos. El conjunto constituirá un «paquete», una nueva pirámide, añadiendo una interpretación sentida a las palabras del otro, mientras que las mismas palabras utilizadas en otras situaciones corren el riesgo de dar otro sentimiento.

En primer lugar, ¿por qué habría una diferencia en la «fabricación» entre estas neuronas conectadas con los sentidos y aquellas que contribuyen a la memoria y luego a la acción? Quizás todos tengan el mismo modelo mínimo: almacenar un «ladrillo» de información y propagarlo a las demás neuronas de la cadena, que pueden contener neuronas que devuelvan parte de la información propagada provocando así una posible retroalimentación muy útil en cibernética. Eso va a permitir reforzar o inhibir un comportamiento. Las variantes de las neuronas se adaptarán topológicamente al entorno: largos haces de nervios, plexos nerviosos… pero su funcionamiento sigue siendo similar: recoger señales y transmitir una nueva señal resultante.

Aparte de los acontecimientos que destruyen parte de los sensores o del cerebro y que no pueden o no deben repetirse, todo parece ser repeticiones, oscilaciones, ondas en la percepción del entorno: frecuencias muy cortas como las de la luz que excita la retina, las del frecuencias de sonido que ofrecen amplios espectros para analizar, los días, las estaciones… Hay circuitos en electrónica que permiten dividir la frecuencia. Podríamos obtener el mismo fenómeno si la primera neurona receptora entrara en un estado «excitado», más precisamente «cargado», pero no lo suficiente como para excitar la siguiente o más. Esto sería como si la cresta de la onda almacenara energía en la neurona, pero necesitara varias crestas para cargarla y obligarla a transportar su exceso de energía a las siguientes neuronas de la cadena. Es un mecanismo sencillo que no requiere ninguna especialización particular de la célula.

¿De qué serviría que las neuronas se comportaran así si no se contentaran con transmitir una señal de un punto del cuerpo a otro? Permitiría evaluar duraciones y ritmos («ritmo», para distinguirlo del término «frecuencia», más propio de «ondas puras»). Un solo pico sonoro de una nota no nos permitiría percibir la existencia misma de ese sonido. El cerebro necesita un tren de ondas para extraerlo del ruido y «ver» algo allí. Esta clasificación también la realizan previamente la retina y el oído interno para que las neuronas que interactúan directamente con los sentidos reciban una señal "útil". A partir de este momento, las cadenas de neuronas pueden medir la duración de las señales percibidas. Este sistema de reducción de frecuencia, si sólo multiplicara por 2 el periodo cada vez que el testigo pasa a la siguiente neurona, sólo necesitaría una cadena de 10 neuronas para medir una duración mil veces mayor. Si estos eslabones fueran del orden de 10 µm, una cadena de 1 mm de longitud permitiría medir duraciones un millón de veces mayores, es decir, un período de un segundo en la entrada equivaldría a unos diez días en la entrada. «Reducida» en un cubo, esta cadena sólo tendría unas cien micras. Ya podemos pensar que con un modelo de disección de frecuencias de este tipo, la memoria probablemente esté relacionada con la longitud de las cadenas de neuronas y, por tanto, con el peso del cerebro. Por lo tanto, lógicamente, un elefante tendría más memoria que una hormiga.

Por tanto, podríamos resumir que las acciones básicas de una neurona son almacenar una determinada cantidad de energía recibida para redistribuirla cuando se supera un umbral. Esto tiene dos consecuencias: la posibilidad de medir duraciones, pero también la posibilidad de producir un efecto asociándolo con otros eventos concurrentes. Esta última operación contribuye a la «inteligencia».

La cadena de mando

El propósito del cerebro es asegurar la supervivencia del organismo del que forma parte. Debe alentar a la entidad que controla a evitar lo que es perjudicial y aprovechar lo que le es favorable. Para ello, sus neuronas tendrán que accionar toda una serie de palancas. Un aguijón propagará información y luego ordenará a través de una cadena de mando más o menos larga, con posibles delegaciones intermedias, maniobrar los diferentes músculos que reaccionarán contra la “agresión”. En este punto, sólo se requiere una "programación" simple para lograr el comportamiento "previsto". Pero ¿cuándo, cómo y por qué se convierte en inteligencia? No somos capaces de definir qué es la inteligencia, como tampoco lo que es la materia, de la que sólo conocemos los ladrillos que la constituyen, pero no la "materia" en sí misma, y ​​no hablemos de energía, espacio, tiempo... Sin embargo, Si la esencia de la inteligencia se nos escapa, no es vano y presuntuoso estudiar sus componentes básicos para comprenderla mejor, como quienes estudian los componentes básicos del 'Universo'. Comprenderla mejor es quizás la loca esperanza de comprender también mejor a la Humanidad para encontrarle una existencia más armoniosamente efectiva fuera de los eternos axiomas de las “Verdades” que tienen un solo objetivo: “dominar”.

La mínima reacción de una cadena de mando neuronal tendrá por tanto la misión de eliminar lo nocivo o aprovechar lo que sirve al crecimiento. En todos los casos, incluso para una máquina sin “inteligencia”, debe evitarse ante todo su destrucción, de lo contrario se compromete el cumplimiento de aquello para lo que fue creada. Como mínimo, la acción iniciada provocará una alerta que le solicitará que cambie la acción en curso. Cabe señalar de paso que nuestras emociones asociadas al peligro son más numerosas que las asociadas al placer. Imaginemos una babosa particularmente simplificada.

  1. Capta señales “significativas” de su entorno mientras camina y come.
  2. Recibe una alerta: su comida la está haciendo sufrir (tóxica por ejemplo).
  3. Inmediatamente deja de comer y cambia de lugar (¿por cuánto tiempo?).

Si la babosa tiene memoria, es decir, tiene un sistema descrito anteriormente que retrasa la transferencia de información, puede memorizar ciertas señales del entorno concomitantes con el peligro. Esto le permitirá desarrollar una lógica de causalidad, pero hecha “al azar”. En efecto, ¿cuáles son las señales que se habrán registrado durante la alerta? Es como en las ciencias experimentales, la repetición que reforzará las relaciones de coincidencias. Esto se refleja en nuestro diagrama por la necesidad de mantener una cierta distancia de la fuente. En el ejemplo, el comportamiento “sabio” de la inteligencia consiste en dar un paso atrás, lo que ya se aplica al simple paramecio.

Esquemáticamente, una neurona sólo transmite una señal al resto si tiene suficiente energía para hacerlo, y sin el modelo lineal deliberadamente simplificado, esta energía proviene de la neurona anterior. Pero esta neurona bien podría recibir información-energía también de otra cadena, lo que aumentaría la energía de transferencia de información. Podríamos tener la siguiente situación:

¿Qué haría esta cadena creada por la confluencia de dos flujos de información? Tendría dos funciones: desencadenar una acción para evitar el peligro y memorizar el par A+B para prevenir y mejorar la defensa.

Se puede suponer, sin mucho riesgo de error, que las acciones más urgentes están preprogramadas y no dependen o ya no dependen de la supervisión de la inteligencia. El hecho es que una de las habilidades de la inteligencia es la de poder comparar opciones y luego anticiparlas. Esto es aprendizaje. Por lo tanto, esto sólo puede basarse en la memoria, que se enriquecería con el almacenamiento de “informaciones-duraciones-periodicidades”. De alguna manera debería poder comparar los resultados de otras "coincidencias" como "detección de luz roja+sufrimiento detectado" o "detección de ácido+vitalidad detectada", etc.

De hecho, ¿qué sucede si la detección de ácido en nuestro ejemplo no está asociada con el sufrimiento en otras circunstancias? Es la repetición lo que debería sopesar las opciones. Sin embargo, el sistema aquí descrito analiza con precisión las repeticiones, sus frecuencias y sus duraciones.

Este simple sistema lineal debe enriquecerse con otros mecanismos para responder a otras preguntas. ¿Durante cuánto tiempo escapará la babosa del ejemplo del entorno nocivo? ¿Cómo sopesar una elección? ¿Cómo borrar o inhibir una repetición larga (ruido constante, ambiente neutral)? ¿Cómo puede una neurona decir “¡No!”? Y a partir de ahí, ¿cómo crear una nueva adquisición?

En primer lugar, antes de solucionar estos problemas, es necesario asegurarse de que la información adquirida no debe dispersarse, de lo contrario no habrá más programas posibles. Para evitar que la información vaya en todas direcciones, la neurona debe comportarse como un diodo. Precisamente esto es lo que sucede: la señal pasa de las dendritas al axón. Así, el inicio de la cadena C que prolonga el axón es el resultado de la recogida de información de A y B a nivel de las dendritas.

Pero a priori, no existe diferencia entre dendritas, por lo que las señales de entrada deberían tender a combinarse por suma. Esto es insuficiente como operación lógica y, para poder instalar la “lógica neuronal”, habría que encontrar otros mecanismos que alimenten inteligentemente la cadena de mando.

Si la información se detuviera allí, en A+B→C y tuviera que reiniciarse cada vez, se ordenaría a la babosa que saltara hacia adelante sin comer en el camino, luego continuara comiendo, detectara el peligro nuevamente, huyera hacia adelante nuevamente… En dada la velocidad de rebote de la babosa, podemos imaginar que corre el riesgo de morir envenenada, porque podría permanecer demasiado tiempo en la zona peligrosa que probaría constantemente con cada ingestión. Por tanto, es necesario mantener el orden de huida sin comer ni realizar pruebas al mismo tiempo. ¡Una apuesta de futuro! Es parte de la cadena de mando.

Por tanto, debemos dejar de dar la orden de comer mientras haya huida, que en la babosa modelada no es más que una marcha cuyo orden se mantiene durante un tiempo “determinado”. ¡Esto puede convertirse en un programa! De hecho, existe la noción de “mientras P sea verdadera, haz Q” o “tan pronto como P sea falsa, debemos dejar de hacer Q”. En nuestro caso, la instrucción debería ser “mientras A+B→C sea cierto, no comas”.

¿No sería más fácil y seguro ejecutar las secuencias “tan pronto como A+B→C sea verdadera, no comas” y luego “tan pronto como A+B→C sea falsa, empieza a comer de nuevo”?

Esta programación podría aprovechar el principio de medición de duraciones visto anteriormente. Entonces la babosa daría un paso adelante y luego detectaría el ácido y el dolor. En el siguiente ciclo, la babosa daría dos pasos antes de alimentarse y analizar la presencia de tóxico. Luego, si el peligro persiste, daría cuatro pasos, luego ocho, dieciséis, etc., duplicando el número de pasos cada vez que A+B→C siga siendo cierto. Por supuesto, inicialmente el dolor será frecuente, pero la necesidad de alejarse del peligro aumentará exponencialmente, y muy rápidamente la babosa se habrá alejado de la fuente del inconveniente... a menos, por supuesto, que esté demasiado extendida y ella huye en la dirección equivocada. Otro tema a analizar.

Podemos imaginar que una acción realizada de forma continua durante toda la vida del sistema está alimentada por un suministro constante de energía proporcionado por una especie de sopa que contiene todos los recursos necesarios para su mantenimiento.

Pero ¿qué pasa si en el camino ya no hay ácido, pero el dolor al tragar persiste? ¿O al contrario, si el dolor ha desaparecido pero aún queda ácido en el camino?

La operación “A+B” no debe transformarse en “A o B”, es decir, la babosa sólo debería entrar en pánico si una de las dos razones de la huida precipitada aparece por sí sola. Para ello, lo más sencillo, imaginando que la naturaleza favorece las soluciones más simples, sería que las entradas, las dendritas, limitaran la energía a transferir a la neurona de tal manera que ni A ni B puedan individualmente proporcionar suficiente energía para activar C.

Si también tuviéramos el equivalente a una señal de “No”, nuestra neurona tendría las funciones lógicas básicas además de la propiedad de dividir frecuencias. Este es el comienzo de cualquier circuito lógico. Pero, ¿cómo se genera una señal para algo que no existe?

¡No!

El sistema nervioso incluiría sólo a los maquinistas que pisan el acelerador o el freno, tiran hacia adelante y hacia atrás, accionan los activadores o inhibidores... Pero ninguno juega con los no aceleradores o no frenos, en "tirar" de los pedales hacia él.

Un músculo puede recibir orden de contracción o ninguna orden, pero ninguna contraorden. Para iniciar un movimiento opuesto, se necesita una contracción antagónica. Esto puede llevar a las cuatro situaciones: acción en una dirección, acciones en la otra, relajación y tensión. La lógica “binaria” de la neurona se reduce a un mensaje a transmitir o no. En lugar de “NO”, el cerebro utilizará un sistema de antagonismos. Los componentes básicos del cerebro lo empujan a actuar, a avanzar, a ser de alguna manera “agresivo” para satisfacer su placer, su motivación, su impulso o su escape.

Entonces nuestra babosa que avanza para comer reaccionará en función de varias métricas como: tengo hambre, esto es bueno, esto duele. La primera información requerirá que nuestra babosa avance en busca de comida, la segunda que coma, la tercera que huya sin comer…

No hacer algo, como “no comer”, impone la existencia de un “NO” en el conjunto de instrucciones para ir en contra de la programación inicial, el instinto. ¿Podría ser este el comienzo de la noción de voluntad, o incluso de conciencia? En efecto, ¿cómo podemos interpretar el hecho, por ejemplo, de recibir simultáneamente la orden de comer, porque es bueno, y al mismo tiempo de no comer, porque es peligroso? ¿No nos encontramos en una situación parecida a la adicción que requiere la absorción de un alimento tóxico cuando la razón intenta decir que no?

Si la función lógica parece deficiente, se ve fuertemente compensada por la riqueza de la entrada. Las numerosas dendritas permiten muchas combinaciones, incluidas las que ponderan la información de entrada. De hecho, suponiendo un umbral que limite la energía transferible desde la dendrita al cuerpo de la neurona, podemos obtener fácilmente un modelo neuronal formal.

Por otro lado, si bien la neurona parece buena para recibir varios mensajes, no parece buena para transmitirlos a numerosos receptores, especialmente aquellos distantes entre sí. De hecho, puede compensar esta desventaja regulando una “sopa”, sangre, savia, linfa… que se encargará de “transmitir” las “instrucciones”.

La ventaja de una “sopa” es mantener la automatización sin la intervención directa de un “cerebro”. La diferencia daría como resultado que el cerebro le diera órdenes “a sabiendas” mientras que la sopa mantendría un estado. Para simplificar, podríamos decir que el hambre está siempre presente o siguiendo una orden resultante de una medición realizada en el cuerpo, como un indicador de combustible, que encendería una alerta. Si es una orden, la ausencia de señal corresponde a “NO”, pero si es un estado, se requiere una señal explícita de inhibición. Una señal explícita es lo único que la neurona puede transmitir. Por tanto, este último podría actuar sobre un órgano alterando la “sopa” para inhibir sus funciones normales. ¿Cuanto tiempo? Quizás se trate simplemente de un equilibrio químico que se restablece espontáneamente. Un poco como si la idea de huir sin comer en el camino se lograra mediante un desequilibrio que favorece la huida en detrimento del apetito. La fuga quemará los recursos de la sopa restableciendo el equilibrio normal: nuestra babosa estará estresada durante todo este período de desequilibrio. Durante este retorno, las neuronas continúan su trabajo de detectar y medir el tiempo transcurrido hasta que regresa el equilibrio, por lo que una vez más se memoriza el evento con su frecuencia y duración.

La apuesta de interpolación

Todos los medios descritos anteriormente siguen siendo inútiles si no contribuyen a la inteligencia. Mejoran la memoria mediante clasificación, síntesis, filtrado y automatización adecuada para responder rápidamente a un incentivo, pero inteligencia también significa predecir de la forma más fiable posible.

La extrapolación se utiliza a menudo matemáticamente para extender una curva conocida experimentalmente sobre ciertas secciones, pero es imposible predecir que el comportamiento de una curva predicha de esta manera siempre será correcto en áreas no verificadas experimentalmente. De todos modos, cualquier predicción es una apuesta. En la práctica, la inteligencia parece funcionar más en modo de interpolación, es decir, un sistema que consiste en almacenar “secciones” del escenario de referencia que pueden reproducirse cuando se produce una situación análoga. Por lo tanto, se realizan dos comparaciones de modelos preexistentes, un poco como probar piezas de un rompecabezas.

Al mismo tiempo, estos tramos de experiencias irán acompañados de valores, gratificantes o nocivos, que los recuerdos extraerán de la memoria. El hecho de que ese recuerdo sea agradable o no modificará la elección del siguiente paso. Por ejemplo, al ver una cara desconocida, podríamos decir que un tipo de nariz estadísticamente evoca más satisfacción y por lo tanto será atractivo a menos que, por ejemplo, un tipo particular de boca con un tipo particular de sonrisa evoque más bien malos recuerdos, modificando así una primer paso de la simpatía a la antipatía. El cerebro no duda en cometer delitos faciales, porque su misión principal es evitar cualquier inconveniente al ser que lo posee.

Del mismo modo que el cerebro extraerá de su memoria los patrones correspondientes a las situaciones, posteriormente podrá extraer conductas adaptadas a la situación que está analizando. Estas secuencias grabadas son en cierto modo una caja de herramientas que se enriquece, ciertamente a través de la experiencia, pero sobre todo se perfecciona a través de la repetición. La velocidad y la precisión en la ejecución de esta cadena de mando mejoran con el entrenamiento, de ahí la importancia de adquirir reflejos mediante el "continua repetición", muchas veces rechazado con desprecio por ser a priori opuesto a la inteligencia y, por tanto, a la creatividad. Esto olvida que la creatividad siempre necesita una base estable para recuperarse mejor.

Ponderación

Estas “cajas de herramientas” utilizadas para la extrapolación se basarán en estos tramos de experiencias evaluadas como gratificantes o perjudiciales. La retroalimentación cibernética del cerebro ponderará el "valor" de la sección asimilada, pero probablemente no sea un promedio matemático. En efecto, todo parece indicar que se da mayor importancia a lo nocivo o, en general, a lo desagradable. Es tan esperado que entre las llamadas emociones básicas sólo haya una que sea positiva. Las investigaciones actuales no parecen contradecir este desequilibrio a favor del malestar. Podemos pensar que esto se justifica por la simple lógica del ser vivo primario: “para disfrutar de la vida, primero hay que empezar a mantenerse vivo”. Así pues, el inconveniente debe evitarse de una forma u otra mediante el uso de diversos artificios: destrucción, fuga, etc.

La ponderación podría afectar a las simpatías y antipatías. El reconocimiento de un ser (podemos incluir fácilmente a los animales, incluso a las plantas e, incluso, a todos los entornos) se hace a partir de “secciones” de conocimiento. Curva facial, posición de la nariz, forma de la boca, color de cabello, tamaño del cuerpo, voz… todo. Todos estos ladrillos son pesados ​​y pueden intervenir en la sensación a primera vista incluso antes de haber tenido ningún cambio. Este sentimiento puede incluso verse amplificado por la aportación de ladrillos que no pertenecen a la fisiología, como la ropa, adornos diversos, tatuajes, adornos... Si la ropa no hace al monje, también pesa en la evaluación del cerebro, que reconoce el uniforme de la autoridad, el sex-appeal, el guerrero, el enemigo… Los hechos son otros tantos “tramos” de experiencia que reforzarán o invalidarán las primeras estimaciones. Es importante comprender que a este nivel no existe la más mínima “ética”: el papel del cerebro, en una primera evaluación, es simplemente decir: “¡ten cuidado! Seres con las características que siento probablemente sean amigables o dañinos”, lo que genera simpatía o antipatía espontánea en la mente del cliente.

Hay dos casos (al menos) en los que el cerebro obtiene una evaluación neutral. Lo inesperado, la vaguedad de una situación. La primera es obvia ya que, si todavía no hay correlación con las experiencias vividas, no puede haber juicio. En cuanto a la duda, persiste mientras la ponderación entre lo agradable y lo desagradable no desemboque en una elección franca. Por lo general, esto se debe a que las pérdidas parecen demasiado altas, independientemente de la elección, y ninguna recompensa parece superarlas con creces. Esto podría provocar asombro, pero ¿es deseable? Podemos preguntarnos si el cerebro no tiene un motor que nos empuja hacia adelante en todos los casos hacia la “aventura”, y que nos obliga a avanzar, incluso si ir en círculos.

Recuerdos

Hablar de memoria es hablar de persistencia en el tiempo. Por tanto, las neuronas que participan en la memoria deben poder almacenar información durante un tiempo determinado. Sin embargo, esto requiere un mantenimiento del sistema, por lo que supone un gasto de energía, porque las neuronas no son piedras en las que grabamos un mensaje "para la eternidad", sino más bien como cierto tipo de memorias informáticas que necesitan ser alimentadas con energía.

¿Qué pasa cuando se pierde un recuerdo?

¿El cerebro odia el vacío? ¿Segregaría una “emoción” particular: despecho o frustración por no lograr un resultado? Esta emoción es especial, porque es quizás el verdadero motor de la creatividad. Entre estas emociones ligadas a la desinformación destacan dos en particular: la falta de información o interés y el olvido.

La ausencia de una señal es “electrónicamente” difícil de manipular en el cerebro. Por mucho que el “no” pueda asociarse con la señal “no gratificante” y en general con la relación “lógica” de oposición, el “vacío” no es físicamente interpretable. Esto a menudo se traduce al lenguaje cotidiano: decir "no es blanco" y rara vez se entiende como "por lo que podría ser verde". Asimismo, cuando decimos "no me gusta el helado de vainilla", siempre se interpreta en el lenguaje cotidiano "odio el helado de vainilla", mientras que la lógica también debería llevarnos a pensar: «no persigo el helado de vainilla, pero puedo comerlo sin vomitar si alguien me lo da». Esta gimnasia se utiliza incluso en la doble negativa para confundir o no apresurarse, como en la cortesía japonesa que suele utilizar expresiones como: no hacer esto no es bueno. La ausencia de información puede incluso confundir al cerebro, que puede crear tanto miembros fantasmas como recuerdos inventados. En algunos casos, la carencia y la pérdida pueden experimentarse no como una señal, sino como una proyección o extrapolación.

Finalmente, tal vez exista un mecanismo que mida la deriva de un promedio. Cuando el cerebro está “acostumbrado” a recibir periódicamente un determinado tipo de respuesta, y esta respuesta se vuelve más rara, los recuerdos cronometrados pueden indicar la variación en el tiempo, provocando así una alerta, una preocupación. Quizás sea este tipo de funcionamiento el que está implicado tanto en la adicción como en la resistencia al cambio. Cabe señalar de paso que la “electrónica” del cerebro no está calibrada como una computadora: su tiempo es biológico y relativo al ser que lo sostiene. Esto puede resultar muy útil cuando el entorno almacenado sufre modificaciones parciales.

Educación y enseñanza

No debemos confundir educación y enseñanza, y por tanto hacer enseñanza en lugar de educación.

Un ejemplo de educación versus enseñanza es cómo se enseñaría la física como ciencia.

La educación universitaria te enseña a dominar los fundamentos y una rama especializada de la física con su arsenal de conocimientos matemáticos. Enseñarlo de esta forma en los primeros estudios escolares es vano, incluso contraproducente, porque podría provocar un disgusto que al mismo tiempo rechazaría la filosofía que surge de este conocimiento. De hecho, la física sirve tanto al ingeniero como al filósofo, porque puede proporcionar a este último las leyes del universo que reforzarán algunas de sus bases, como la noción de causalidad. Es también una escuela de humildad, un camino hacia la luz que sin duda será siempre inaccesible, afortunadamente... De hecho, podríamos aprender física muy temprano, pero sin matemáticas, sólo observando y notando relaciones. ¿Por qué es más efectivo sujetar así la pala o el martillo? ¿Por qué es mejor balancearse con cierto ritmo en el swing? Etc. Entonces, más adelante, puede resultar interesante formular leyes y verlas desde la perspectiva de las matemáticas. Aprender a observar y extraer relaciones contribuye a tener un cerebro bien formado en lugar de un cerebro completo.

La educación tiene un papel importante en la consolidación de la parte media entre la base y la cima de la pirámide cerebral. Se supone que debemos aprender a explotar lo que somos y lo que sabemos para aprovechar mejor lo que viviremos. Esta zona a medio camino entre los instintos es probablemente el sistema operativo que conecta al usuario, la conciencia y el hardware de la máquina, su cuerpo y todas las señales que se intercambian con el cerebro. También accede a todo el conocimiento acumulado y distribuido en la masa, desde memorias de acceso aleatorio, fugitivas y de volumen de almacenamiento limitado, hasta bases de datos gigantes con múltiples enlaces. Y al mismo tiempo podremos compartirlo mejor y cosechar juntos los frutos que la inteligencia habrá generado.

La educación siempre va acompañada de formación. Esto servirá, entre otras cosas, para fortalecer el superyó para gestionar emociones que anulan la lógica y son cegadoras. El entrenamiento y la repetición asociada a él contribuyen a grabar atajos o caminos privilegiados en la masa de la memoria.

Capacitación

La formación tiene dos ventajas: la rapidez de respuesta a una petición que puede ser urgente y el refuerzo de una extrapolación para favorecer las elecciones hacia lo que se supone que es gratificante.

Pero quien dice “entrenamiento”, dice “repeticiones”, y muchas veces “disciplina”. Sin embargo, esta última limitación se considera cada vez más como un liberticidio y no como el establecimiento de un sistema rápido y barato para satisfacer prioridades. Por supuesto y como siempre, cualquier exceso es perjudicial. Si la repetición se vuelve excesivamente forzada, ya no fortalece el cerebro, sino que lo aplasta hasta convertirlo en un molde. Y el el camino intermedio, aunque es recomendable, no se puede enseñar ya que se descubre en cada paso.

El entrenamiento también sirve para controlar los arrebatos de emoción. No se trata de sofocar a este último, lo que corre el riesgo de hacerlo aún más explosivo y, a veces, destructivo. La emoción son los propulsores auxiliares (impulsores) de un cohete. Una vez que despegue, ¡debes pilotarlo rápido y bien para que se mantenga en la trayectoria correcta!

Entre las emociones se encuentran aquellas que se generan por un peligro para uno mismo o para los demás. A menudo, la urgencia ya no permite tomarse el tiempo para buscar la mejor solución. Es necesario desplegar un mecanismo conocido de memoria, como socorristas, bomberos, etc. El proceso no sólo debe evitar pérdidas de tiempo, sino también errores de pánico.

E incluso en las acciones y relaciones cotidianas, la formación es fundamental. ¿Hay que buscar la palabra que mejor se adapte a cada idea y luego la gramática a utilizar para que la otra persona entienda el mensaje que la balbuceo hará ininteligible?

Por tanto, el entrenamiento crea varias vías privilegiadas en el cerebro. Probablemente como un camino ionizado que prepara la trayectoria del rayo, pero sin duda también con una categorización interna que gestionaría los accesos favoritos, o incluso el almacenamiento en caché de una acción. Todo esto debería permitirle no perder el tiempo buscando y clasificando el conocimiento acumulado en el cerebro y así concentrarse en lo que hay que hacer.

Administrar la prioridad de interrupción

Todas las rutinas de pensamiento y comportamiento automatizadas deben ejecutarse según demanda, ya que esto puede reducir el estado de alerta si la tarea es compleja. Quizás también se reactiven periódicamente otras tareas. Podrían ser autoexámenes que comprueben el correcto funcionamiento del organismo. De todos modos, el cerebro debe poder salir de su estado actual e interrumpir sus actividades si hay una emergencia. Esta gestión se conoce en TI y se gestiona mediante monitores de sistemas en tiempo real y sistemas integrados. Estos monitores se encargan de monitorear el estado de los equipos al mismo tiempo que la acción a tomar. Se basan en todo un conjunto de señales que le informan de la actividad y de las medidas captadas por diferentes sensores. Se asigna un coeficiente de ponderación grabado en su memoria a la señal en función de su origen y su volumen. Si la importancia de la señal es mayor o crucial, cualquier tarea en curso se interrumpe; de ​​lo contrario, la información proporcionada por la señal se almacena rápidamente en la memoria corta antes de reanudar la tarea interrumpida. La información almacenada se utilizará tan pronto como el nivel de urgencia lo permita.

Es muy probable que los “circuitos” profundos de nuestro cerebro tengan este tipo de estructura. Y podemos preguntarnos qué sucede cuando el cerebro está bajo estrés. ¿Qué pasa con las rutinas que aseguran el funcionamiento normal del cuerpo? ¿Qué pasa si el estrés se vuelve permanente? Esto también se puede solucionar en los monitores que, de hecho, en todos los casos, son los dueños de los relojes, porque el sistema de a bordo debe cumplir toda su misión a toda costa. En cambio, en el organismo vivo parece que la única solución encontrada es huir a un refugio para eliminar la llegada incesante de señales de alerta. De lo contrario, el mantenimiento del organismo ya no está asegurado, poco a poco se va destruyendo.

Comparar experiencias

Una de las tareas más complicadas de la inteligencia es poder comparar datos. En cierto modo, es habitual en una máquina informática utilizar para este fin memorias rápidas que escanearán el contenido de dos paquetes de información. Si tiene que escanear toda la información almacenada en ambos paquetes, puede llevar tiempo. Entonces, muy a menudo sucede que estos datos se simplifican al máximo como si usáramos abreviaturas como acrónimos o funciones hash. Pero esto último se utilizaría más para verificar diferencias que similitudes.

¿Cómo se hará el resumen? Siguiendo la hipótesis de que la memoria graba la información más profundamente a medida que se repite con determinadas periodicidades, podemos pensar que mucha información desaparecerá si no es lo suficientemente repetitiva en el registro de eventos y aprendizaje.

Los rasgos de memoria registrados se clasificarán en tres grupos: un grupo gratificante, su opuesto y datos muy frecuentes. Los dos primeros grupos indicarán un placer atractivo o una amenaza que debe evitarse o dejarse de lado. El último grupo sólo existirá por repetición, y sólo será de interés si se detecta la ausencia de un evento esperado, poniendo de alguna manera al cerebro en alerta.

Un cine en el cerebro

A menudo creemos que la memoria aborrece el vacío. Pero ¿y si el vacío fuera un poder controlado por el cerebro para poder almacenar muchos estados? Si el cerebro actuara como una película sobre película que proyecta 24 fotogramas por segundo. Entre cada imagen no hay nada más que la memoria (retiniana) de la última imagen. Pero en informática podemos ir aún más lejos para reducir los datos a almacenar más en un mínimo de espacio. Esta técnica se utiliza frecuentemente, por ejemplo, en imágenes GIF, que sólo memorizan lo que ha cambiado de una imagen a otra.

Por ejemplo, si tenemos un rectángulo rojo que se mueve de izquierda a derecha sobre una alfombra verde, en cada intervalo de tiempo, el cerebro memorizará que un rectángulo verde reemplaza al rojo a la izquierda del cuadrado, y que un rectángulo rojo tiene acaba de reemplazar el verde a su derecha. El centro de la plaza y el resto de la alfombra verde no se memorizarán ya que allí nada habría cambiado.

Ritmos musicales

Nuestras neuronas tendrían por tanto una característica importante en nuestro cerebro: la gestión del reloj interno. Ellos mismos se comportarían como “mini relojes” para recordar los datos más importantes. ¿Este juego de ritmos no tendría consecuencias en nuestra sensibilidad hacia los variados ritmos de la naturaleza y en particular los ritmos musicales? ¿Cómo es que sentimos alegría o tristeza, irritación o serenidad al escuchar sonidos? ¿Podrían ser resonancias con armónicos internos del cerebro? Quizás una vía interesante para explorar.

Comment se fait-il qu’il y ait des rythmes guerriers, des mélodies tristes… presque identiquement ressenties dans toutes les cultures?

¿Cómo es que encontramos similitudes en armonías y sentimientos entre músicas que pueden venir de todos los rincones del planeta?

¿Y por qué esta música comunica con el cuerpo, lo empuja a bailar y, a veces, a contorsionarse?

¿Son los ritmos y la medición del tiempo, desde la frecuencia acústica hasta largos períodos anuales, la base del manejo de nuestro cerebro? ¿Son los relojes del “monitor en tiempo real” que se encuentra en el corazón de una computadora? ¿O deberíamos decir “oficial de pedidos”, “oficial de pedidos”? ¿Qué mecanismo estaría detrás de todo esto?

Si tenemos en cuenta el ahorro que supone la imagen de cine o el archivo GIF, podemos pensar que en términos de sonido ocurre lo mismo. De hecho, desde la frecuencia pura producida por una onda sonora hasta el diálogo mental o la escucha de información de cualquier fuente, habría miles de datos para registrar. Y es más, tendrás que encontrarlos muy rápidamente cuando los necesites.

En primer lugar, es fácil notar que pocas personas, incluso entre los músicos, tienen un oído perfecto. Entre estos últimos, menos del 20% tiene esta capacidad, y está muy por debajo del 1 por mil para toda la población. El cerebro necesita comparar sonidos con una referencia, como el famoso “la” del diapasón. Pero esto no es suficiente para reducir el acervo de información. También es necesario clasificar los sonidos que emite el ser humano en la comunicación verbal. El cerebro tendrá que diseccionar y categorizar estos ruidos. Para ello, creamos sílabas formadas por vocales y consonantes. Y cuando escuchamos a alguien ajeno a nuestro entorno cultural, ¡la pronunciación y el acento pueden alterar la comprensión! Los atajos del cerebro ya no funcionan como se esperaba.

Estos conjuntos de señales constituirán, por tanto, palabras, que a su vez se almacenarán en el vocabulario. Luego habrá expresiones, giros… Comprender el lenguaje en sí ya es mucha música. Siempre que se asocie al lenguaje no verbal, podríamos hablar incluso de cine.

Pero también en este caso debemos compararlo con el trabajo informático de procesamiento de imágenes y sonido. En primer lugar, vemos que la gestión de las imágenes y la del sonido no tienen las mismas limitaciones. Por ejemplo, si el flujo de imágenes se interrumpe durante un tiempo determinado, en general el observador no se perturba demasiado y se recupera en cuanto se reanuda el flujo. Por el contrario, si el sonido se detiene durante el mismo periodo de tiempo, el mensaje rápidamente se vuelve incomprensible. Por tanto, parece que el tiempo es de suma importancia para la comprensión.

Por tanto, la memorización cerebral parece funcionar sobre la base del análisis espectral. Pero las frecuencias más bajas parecen estar tan cerca de la conciencia que uno puede sentir que las otras frecuencias ya no existen. Es como el geógrafo que ve ciudades en su mapa, el urbanista que ve casas, el arquitecto que ve paredes, el albañil que ve ladrillos, el químico que ve arcilla, el físico que ve partículas, pero ¿tienen todos estos expertos la capacidad de ¿Visión del piso superior o del que está abajo? ¿Qué conocimiento está enterrado en nuestro “subconsciente”?

La consciencia

¿Y la conciencia en toda esta maquinaria? Si este maravilloso cerebro fuera el equivalente de una computadora, entonces, en esta última máquina, ¿dónde estaría la conciencia si hubiera que ponerla? En otras palabras, ¿qué y dónde estaría la conciencia de un androide inteligente en el sentido biológico? ¿En el sentido humano del término?

La conciencia es un campo fascinante, pero aún se encuentra en medio del debate científico, no por mencionar los debates filosóficos y religiosos. Por otro lado, podemos abordar el problema desde un ángulo completamente diferente: la IA. A menudo, la informática ha servido como “modelo” para simular y comprender temas complejos. Esto puede ir desde el equilibrio ecológico de especies en competencia hasta la distribución de partículas elementales producidas en avalanchas de rayos cósmicos. La biomímesis permite reproducir artificialmente cierta “cualidad” de la naturaleza; la biónica es una de sus disciplinas. Y la ventaja no es sólo la construcción de máquinas que imitan a la naturaleza. De hecho, los fracasos o las victorias de la imitación tienen un efecto retroactivo en la comprensión misma de la biología. Cada ciencia impulsa a la otra hacia adelante.

¿Qué observamos como observador sincero en el pensamiento?

De hecho, existen varios estados aparentes que dependen tanto de la tarea como de las percepciones internas. Hay una concentración que puede ser muy visual, una reflexión analítica que es más a menudo auditiva, hay ensoñaciones, meditación, autohipnosis, sueños, incluida la pesadilla muy "inmersiva" que drena las emociones y todos los sentidos, y finalmente, el agujero negro. … la aparente ausencia de conciencia. Estos diferentes estados podrían estar asociados con los diferentes comportamientos de una computadora, desde actividad hasta suspensión, o incluso hibernación. En primer lugar, cabe señalar que entre estos tres estados existen nociones de ahorro energético.

Quizás la conclusión se encuentre al final del túnel de la ECM (Experiencia Cercana a la Muerte). Pero tal vez mientras tanto, todavía quede mucho que aprender sobre el Universo.

Y quién sabe, un día descubrimos que la semilla de la vida y de la inteligencia ya está presente en las partículas elementales...

Serge Jadot

Nota

↑1 :Cerebro trino y sistema límbico: qué tirar, qué conservar

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«Los campos de los signos», última novela de “Hôdo, la leyenda” es una divulgación poética de la física, desde el cosmos hasta las partículas elementales, pasando por las células vivas, pasando por las neuronas, y por otra parte, una fábula, una alegoría en torno al ser humano o Inteligencia no humana, íntima o colectiva.
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